LUNA LLENA

lunes, 16 de mayo de 2011

FELICIDADES A PAQUI HERNÁNDEZ RAMÍREZ por su libro "AL ESTE DE LOS SUEÑOS"

Tenemos un claro ejemplo, de persistencia, de lucha, de coraje, de humildad, de amor y de vida. Queremos felicitar a Paqui Hernández Ramírez que el pasado sábado 7 de mayo, presentó su libro “Al Este de los Sueños” en el Círculo Cultural de Telde, durante la Velada Poética de Telde. El próximo mes de junio y durante el VI Encuentro Literario Luna Llena, presentará su obra, donde además toda aquella persona que lo desee podrá adquirirla. Ahí estará Paqui firmando los ejemplares.
Paqui Hernández Ramírez. Foto Inma Perera.
La autora de este nuevo poemario, nacida en el Valle de los Nueve de Telde, empezó a escribir muy joven, cuentos, poemas, pero no fue hasta hace unos años en que se dio a conocer en programas de radio, en la revista Gánigo (publicación local). Se presentó al Certamen Poético del Almendro en Flor de Tejeda, ganando el primer accésit con el poema “La luna baila en Tejeda”... (Fuente Teldeactualidad.es).

Tenemos que destacar que, además de ser una obra maravillosa, cuenta con un detalle de lujo, tres prologuistas:
Pepa Aurora (Josefa Aurora Rodríguez Silvera, nació en Agüimes y se crió en la Villa de Ingenio. Escritora y narradora, ejerce la narración oral, que lleva también a la escritura de cuentos originales y basados en la tradición. ha llevado la poesía y el cuento a todos los rincones del Archipiélago a lo largo de más de veinte años, unas veces en compañía de poetas como Francisco Tarajano, Pedro Lezcano, José María Millares, Cipriano Acosta, Domingo Velázquez..., y otras en solitario... (Recogido en http://www.todoingenio.com)
Pino Monzón (Natural de Telde, Pino Monzón Padrón estudió Magisterio y Graduado Social. Ejerció de maestra durante más de 30 años. Su labor docente comenzó en el Instituto Técnico Femenino de Telde como profesora de Formación Política y Educación Física.Está entregada en cuerpo y alma a sus pasiones: la música, la investigación, el estudio y recopilación de las tradiciones y la literatura. Es autora de numerosos trabajos, algunos de ellos editados a nivel nacional, que han visto la luz pública, es vicepresidenta de la Fundación Paz y Cooperación, una ONG de solidaridad internacional, y directora de Arnao, una de las agrupaciones folclóricas más señeras del municipio... (Recogido de Teldeactualidad)
Blas Sánchez (Blas Sánchez Hernández es un referente fundamental en el ámbito cultural y musical canario. Su personalidad caleidoscópica que le ha permitido desarrollarse en múltiples campos, desde que, siendo muy niño, comenzó a introducirse en la música popular que se hacía en la villa de Ingenio, donde nació, y donde escuchó por primera vez las parrandas que recorrían las calles con sus folías y tajarastes, donde se incorporó al grupo Campos del Sur, dirigido por D. José Suárez, y donde quedó fascinado por la figura de un tal Elías el Manco, trovador extraño y misterioso para aquel niño que escuchaba todo y guardaba en la memoria aquellos Ranchos de Ánimas que luego ha rescatado y recopilado para que no queden en el olvido... (por Ana Torres de Armas, historiadora del compositor).
 
Te deseamos toda clase de éxitos.





LA CULPA (V Encuentro Literario "Luna Llena")



Juana Mª Ruiz Suárez

Yo quisiera hablar brevemente de algo que se nos ha achacado siempre, con más frecuencia a las mujeres.
Los psicoanalistas han considerado este motivo como el origen del dolor, y realmente, analizándolo paso a paso, hemos de reconocer que se nos ha educado siempre en el temor (no hagas esto, no corras, cuidado, no cojas esto, tú no entiendes de eso…)

Cuando nacemos somos auténticos, nuestros dos hemisferios cerebrales funcionan a pleno rendimiento y llegamos a dominar el arte de pensar, caminar y hablar. A partir de ese momento es cuando nos convertimos en personas.

Pero nuestra verdadera naturaleza es suprimida y sustituida artificialmente por los conceptos que han desarrollado nuestros padres, la escuela, la sociedad, la religión que han escogido para nosotros, la universidad, y los medios de comunicación nos van frenando la actividad del cerebro.

Nos inculcan el miedo con los cuentos, las canciones, las leyendas, los mitos, las normas, los dogmas… y nos inducen a cambiar nuestro modo de ser. Nos evitaron el desarrollo armonioso del crecimiento interior… pero no lo han hecho con maldad, , lo han hecho por tradición.

Las experiencias negativas dejan una huella más profunda en nosotras que las positivas, siempre pensamos en lo malo.
Tenemos miedo a que nos ocurran cosas malas y obviamente, aquello que se teme es lo que se provoca.

Recordemos lo que se ha dicho de la primera mujer: Eva, la pecadora,  la culpable de todos los males de la humanidad. Aquella que nació con mácula (con mancha).

Tenemos que saber que eso no es cierto., es una leyenda creada por el Patriarcado para echar la culpa de todo a las mujeres de algo que no sucedió… y ya salió una palabra terrible LA CULPA,… la debemos desterrar de nuestro vocabulario. La culpa es lo que nos ataca cuando hemos hecho algo malo o bueno, la culpa es la que no nos deja vivir, no nos deja dormir, ni ser creativa, nos asfixia y nos produce angustia…

Todavía  en la actualidad, nos lo hacen decir en cada misa: “ por mi culpa, por mi culpa, por mi grañidísima culpa”.
Un imán islámico ha escrito “ dale una paliza diaria a tu mujer, tu no sabes por qué, pero ella si lo sabe..

Ahí comienza el dolor psíquico. En los países mas avanzados  en el tema de salud dicen que toda enfermedad, comienza siempre en la mente, entonces debemos conocer nuestro interior.
Aprendamos a perdonarnos a nosotras mismas cada día, para irnos quitando de encima todas las culpas que nos han echado sin ser nuestras, para evitar ese dolor psíquico que nos enferma.

Esto se consigue pensando en Jesús, qué nos dijo que se quedaba en cada una de nosotras, si es así, por qué nos llenamos de negatividad, cuando somos el templo del Señor. Es tan fuerte nuestra grandeza, que es apasionante pensarlo. Sólo nos resta actuar sabiendo que el poder está dentro de ti.

La belleza de las cosas existe en el espíritu de quien las contempla.
                                  David Hume   1711 – 1776


                         Juana María Ruiz Suárez

ALGUNOS POEMAS DE ROSALÍA DE CASTRO RECITADOS EN EL V ENCUENTRO


RECITAL:
Recita: Pepita Montesdeoca Martín

            I
Unos con la calumnia le mancharon,
otros falsos amores le han mentido,
y aunque dudo si algunos le han querido,
de cierto sé que todos le olvidaron.

Solo sufrió, sin gloria ni esperanza,
cuanto puede sufrir un ser viviente;
¿por qué le preguntáis qué amores siente
y no qué odios alientan su venganza?
            II
Si para que se llene y se desborde
el inmenso caudal de los agravios,
quieren que nunca hasta sus labios llegue
más que el duro y amargo
pan, que el mendigo con dolor recoge
y ablanda con su llanto,
sucumbirá por fin, como sucumben
los buenos y los bravos
cuando en batalla desigual les hiere
la mano del cobarde o del tirano.

Y ellos entonces vivirán dichosos
su victoria cantando,
como el cárabo canta en su agujero
y la rana en su charco.
Mas en tanto ellos cantan... —¡muchedumbre
que nace y muere en los paternos campos
siempre desconocida y siempre estéril!—
triste la patria seguirá llorando,
siempre oprimida y siempre
de la ruindad y la ignorancia pasto.

    Dos palomas
Dos palomas yo vi que se encontraron
cruzando los espacios
y al resbalar sus alas se tocaron...

Cual por magia tal vez, al roce leve
las dos se estremecieron,
y un dulce encanto, indefinible y breve,
en sus almas sintieron.

Y torciendo su marcha en un momento
al contemplarse solas,
se mecieron alegres en el viento
como un cisne en las olas.

Juntáronse y volaron
unidas tiernamente,
y un mundo nuevo a su placer buscaron
y otro más puro ambiente.

Y le hallaron al fin, y el nido hicieron
en blanda cama de azucena y rosas,
y en ella se adurmieron
con las libres y blancas mariposas.

Y al despertar sus picos se juntaron,
y en la aurora luciente
sus caricias de amor se retrataron
como sombra riente.

Y en nubes de oro y de zafir bogaban
cual ondulante nave
en la tranquila mar, y se arrullaban
cual céfiro süave.


Juntas las dos al declinar del día
cansadas se posaban,
y aun los besos el aura recogía
que en sus picos jugaban.

Y así viviendo inmarchitables flores
sus días coronaron,
y nunca los amargos sinsabores
sus delicias turbaron.



Recita: Pimpinela Santana Morales

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
Ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,
Lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso,
De mí murmuran y exclaman:
  —Ahí va la loca soñando
Con la eterna primavera de la vida y de los campos,
Y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
Y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.
—Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,
Mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
Con la eterna primavera de la vida que se apaga
Y la perenne frescura de los campos y las almas,
Aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.
Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,
Sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?
*******************************************************

¡Felices esas aves que volando
libres en paz por el espacio corren
de purísima atmósfera gozando!
En su cárcel de espinos y rosas
cantan y juegan mis pobres niños,
hermosos seres, desde la cuna
por la desgracia ya perseguidos.

En su cárcel se duermen soñando
cuán bello es el mundo cruel que no vieron,
cuán ancha la tierra, cuán hondos los mares,
cuán grande el espacio, qué breve su huerto.

Y le envidian las alas al pájaro
que traspone las cumbres y valles,
y le dicen: —¿Qué has visto allá lejos,
golondrina que cruzas los aires?

Y despiertan soñando, y dormidos
soñando se quedan
que ya son la nube flotante que pasa
o ya son el ave ligera que vuela
tan lejos, tan lejos del nido, cual ellos
de su cárcel ir lejos quisieran.


—¡Todos parten! —exclaman—. ¡Tan sólo,
tan sólo nosotros nos quedamos siempre!
¿Por qué quedar, madre, por qué no llevarnos
donde hay otro cielo, otro aire, otras gentes?

Yo, en tanto, bañados mis ojos, les miro
y guardo silencio, pensando: —En la tierra
¿adónde llevaros, mis pobres cautivos,
que no hayan de ataros las mismas cadenas?
Del hombre, enemigo del hombre, no puede
libraros, mis ángeles, la egida materna.



Recita: Juani Rivero González

Triste loco de atar el que ama menos
le llama al que ama más;
y terco impenitente, al que no olvida
el que puede olvidar.

Del rico el pobre en su interior maldice,
cual si él rico no fuera si pudiese,
y aquél siente hacia el pobre lo que el blanco
hacia las razas inferiores siente.

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Aunque mi cuerpo se hiela,
me imagino que me quemo;
y es que el hielo algunas veces
hace la impresión del fuego.

Recita: Paz Monzón González


Una luciérnaga entre el musgo brilla
y un astro en las alturas centellea;
abismo arriba, y en el fondo abismo;
¿qué es al fin lo que acaba y lo que queda?
        En vano el pensamiento
indaga y busca en lo insondable, ¡oh ciencia!
Siempre, al llegar al término, ignoramos
qué es al fin lo que acaba y lo que queda.

Arrodillada ante la tosca imagen,
mi espíritu, abismado en lo infinito,
impía acaso, interrogando al cielo
y al infierno a la vez, tiemblo y vacilo.
¿Qué somos? ¿Qué es la muerte? La campana
con sus ecos responde a mis gemidos
desde la altura, y sin esfuerzo el llanto
baña ardiente mi rostro enflaquecido.
¡Qué horrible sufrimiento! ¡Tú tan solo
lo puedes ver y comprender, Dios mío!

¿Es verdad que los ves? Señor, entonces,
        piadoso y compasivo
vuelve a mis ojos la celeste venda
de la fe bienhechora que he perdido,
y no consientas, no, que cruce errante,
        huérfano y sin arrimo,
acá abajo los yermos de la vida,
más allá las llanadas del vacío.

Sigue tocando a muerto, y siempre mudo
        e impasible el divino
rostro del Redentor, deja que envuelto
en sombras quede el humillado espíritu.
Silencio siempre; únicamente el órgano
        con sus acentos místicos
resuena allá de la desierta nave
        bajo el arco sombrío.

Todo acabó quizás, menos mi pena,
        puñal de doble filo;
todo, menos la duda que nos lanza
de un abismo de horror en otro abismo.

Desierto el mundo, despoblado el cielo,
enferma el alma y en el polvo hundido
        el sacro altar en donde
se exhalaron fervientes mis suspiros,
        en mil pedazos roto
        mi Dios cayó al abismo,
y al buscarle anhelante, sólo encuentro
la soledad inmensa del vacío.

        De improviso los ángeles
        desde sus altos nichos
de mármol, me miraron tristemente
y una voz dulce resonó en mi oído:
        «Pobre alma, espera y llora
        a los pies del Altísimo;
        mas no olvides que al cielo
nunca ha llegado el insolente grito
de un corazón que de la vil materia
y del barro de Adán formó sus ídolos».
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    Margarita
              I
¡Silencio, los lebreles
de la jauría maldita!
No despertéis a la implacable fiera
que duerme silenciosa en su guarida.
¿No veis que de sus garras
penden gloria y honor, reposo y dicha?

Prosiguieron aullando los lebreles...
—¡los malos pensamientos homicidas!—
y despertaron la temible fiera...
—¡la pasión que en el alma se adormía!—
Y ¡adiós! en un momento,
¡adiós gloria y honor, reposo y dicha!
              II
Duerme el anciano padre, mientras ella
a la luz de la lámpara nocturna
contempla el noble y varonil semblante
que un pesado sueño abruma.


Bajo aquella triste frente
que los pesares anublan,
deben ir y venir torvas visiones,
negras hijas de la duda.

Ella tiembla..., vacila y se estremece...
¿De miedo acaso, o de dolor y angustia?
Con expresión de lástima infinita,
no sé qué rezos murmura.
Plegaria acaso santa, acaso impía,
trémulo el labio a su pesar pronuncia,
mientras dentro del alma la conciencia
contra las pasiones lucha.

¡Batalla ruda y terrible
librada ante la víctima, que muda
duerme el sueño intranquilo de los tristes
a quien ha vuelto el rostro la fortuna!

Y él sigue en reposo, y ella,
que abandona la estancia, entre las brumas
de la noche se pierde, y torna al alba,
ajado el velo..., en su mirar la angustia.

Carne, tentación, demonio,
¡oh!, ¿de cuál de vosotros es la culpa?
¡Silencio...! El día soñoliento asoma
por las lejanas alturas,
y el anciano despierto, ella risueña,
ambos su pena ocultan,
y fingen entregarse indiferentes
a las faenas de su vida oscura.
              III
La culpada calló, mas habló el crimen...
Murió el anciano, y ella, la insensata,
siguió quemando incienso en su locura,
de la torpeza ante las negras aras,
hasta rodar en el profundo abismo,
fiel a su mal, de su dolor esclava.

¡Ah! Cuando amaba el bien, ¿cómo así pudo
hacer traición a su virtud sin mancha,
malgastar las riquezas de su espíritu,
vender su cuerpo, condenar su alma?
Es que en medio del vaso corrompido
donde su sed ardiente se apagaba,
de un amor inmortal los leves átomos,
sin mancharse, en la atmósfera flotaban.

Recita: Begoña Fernández de Gorostiza Peris

Camino blanco, viejo camino,
desigual, pedregoso y estrecho,
donde el eco apacible resuena
del arroyo que pasa bullendo,
y en donde detiene su vuelo inconstante,
o el paso ligero,
de la fruta que brota en las zarzas
buscando el sabroso y agreste alimento,
el gorrión adusto,
los niños hambrientos,
las cabras monteses
y el perro sin dueño...
Blanca senda, camino olvidado,
¡bullicioso y alegre otro tiempo!,
del que solo y a pie de la vida
va andando su larga jornada, más bello
y agradable a los ojos pareces
cuanto más solitario y más yermo.
Que al cruzar por la ruta espaciosa
donde lucen sus trenes soberbios
los dichosos del mundo, descalzo,
sudoroso y de polvo cubierto,
¡qué extrañeza y profundo desvío
infunde en las almas el pobre viajero!

Rosalía de Castro "Tú mirada expresa tu gran dolor"
























BREVE BIOGRAFÍA DE ROSALÍA DE CASTRO


Fotografía de Rosalía de Castro (extraida de la web)
Nació Rosalía de Castro en Santiago de Compostela el 4 de febrero de 1837. En su partida de nacimiento figura como «hija de padres incógnitos», puntualizándose, sin embargo, que «va sin número por no haber pasado a la Inclusa».
Durante mucho tiempo la irregularidad de su nacimiento originó cierto desconcierto en la crítica, quizá porque se juzgaba impertinente o poco respetuoso con tal excelsa figura de las letras gallegas indagar en lo que parecían «trapos sucios» de la familia. Afortunadamente esos tiempos han pasado y hoy existen estudios rigurosos que permiten conocer perfectamente los antecedentes familiares de Rosalía.
Su madre, doña María Teresa de la Cruz de Castro y Abadía, de familia hidalga venida a menos, nació el 24 de noviembre de 1804. Doña Teresa tenía treinta y dos años y tres meses cuando nació Rosalía. Su padre, don José Martínez Viojo, nacido el 7 de febrero de 1798 acababa de cumplir treinta y nueve, y era sacerdote; no pudo, por tanto, reconocer, ni legitimar a su hija, aunque sí parece que se interesó por ella y encargó de su cuidado a sus hermanas.
Fueron las tías paternas de Rosalía, doña Teresa y doña María Josefa, quienes se hicieron cargo de la chiquilla en los primeros tiempos, llevándola a vivir con ellas, primero en Ortoño en la casa familiar llamada «Casa do Castro», y después en Padrón.
Un detalle que queda sin aclarar es la personalidad de la madrina de Rosalía, la mujer que la llevó a bautizar y que, según la partida de nacimiento, se llamaba Francisca Martínez y era «natural de San Juan del Campo». Según los datos de Caamaño Bournacell, no era hermana del padre (pese a la similitud de su primer apellido, por otra parte muy corriente) ¿Podría ser alguien enviado por doña Teresa de Castro? No se sabe.
Parece, a la luz de los hechos conocidos, que la madre no se atrevió a afrontar sola el nacimiento de su hija en los primeros momentos, ya que en la partida de bautismo Rosalía aparece como hija de «padres incógnitos». Es una actitud disculpable y explicable por la presión social e incluso por la vergüenza que debió de producir aquel nacimiento «sacrílego» en la familia materna.
Aunque no sabemos con exactitud en qué momento doña Teresa se hizo cargo de su hija, se van encontrando testimonios que indican que lo hizo cuando Rosalía era aún una niña. En un registro del Ayuntamiento de Padrón del 17 de septiembre de 1842, dado a conocer por Manuel Pérez Grueiro, consta que reside en aquella localidad doña Teresa de Castro, con su hija Rosalía y una criada llamada María Martínez. En ese registro se dice que el estado civil de doña Teresa es el de soltera y que tiene treinta seis años (dato erróneo, ya que, partiendo de la fecha de nacimiento del Libro de Bautizados de Iria Flavia, había nacido el 24 de noviembre de 1804; estaba, pues, a punto de cumplir treinta y ocho años) Rosalía tiene en ese momento cinco años y siete meses. ¿Fue entonces cuando su madre se la llevó a vivir con ella? Mientras no aparezcan otros documentos, se puede considerar que probablemente esa es la fecha en la que madre e hija comenzaron a vivir juntas.
Un capítulo interesante desde el punto de vista psicológico lo constituyen las relaciones de Rosalía con su madre. No sabemos si doña Teresa vio con frecuencia a su hija mientras ésta vivió con la familia paterna; quizá sí. Y el hecho de vivir con ella desde los cinco años explica el profundo cariño que llegó a inspirar a su hija. Rosalía se casa en el año 1858, interrumpiéndose la convivencia entre las dos mujeres. Doña Teresa muere repentinamente cuatro años más tarde, en 1862. Rosalía escribe entonces un tomito de poesías, A mi madre, donde da muestras de un gran dolor y sobre todo de un sentimiento de soledad que ya no la abandonará nunca. Nada pudo llenar el hueco que había dejado la madre en su vida.
Rosalía debió de sentir por su madre, además de cariño, compasión y agradecimiento. Como tantas protagonistas de sus poemas, su madre era la pobre mujer enamorada y engañada por el varón. Pero era también la mujer que, finalmente, se enfrentó a la sociedad para reconocer el fruto de su desliz y reparar así su falta. En su primera novela La hija del mar, Rosalía brinda un homenaje al valor de su madre cuando, refiriéndose a una niña expósita dice: «Hija de un momento de perdición, su madre no tuvo siquiera para santificar su yerro aquel amor con que una madre desdichada hace respetar su desgracia ante todas las miradas, desde las más púdicas hasta las más hipócritas».
No sabemos hasta qué punto estos acontecimientos de los primeros años de su vida y su nacimiento irregular influyeron en el carácter y en la obra de Rosalía. La crítica ha tendido a destacar la importancia de aquellos hechos. Rof Carballo señaló la coincidencia de ciertos rasgos de su mundo poético con la ausencia de una «imagen» paterna en la formación de su personalidad.
José Luis Varela interpreta el símbolo de la negra sombra poniéndolo en estrecha relación con la «oscuridad» de sus orígenes.
Xesús Alonso Montero destaca la presión social que sufrieron la niña y la madre y cómo ese ambiente condicionó la personalidad adulta de Rosalía.
La crítica de los autores de su biografía nos dice que no cabe duda de que algunos caracteres de su visión del mundo -por ejemplo, la vinculación de amor, remordimiento, pecado- están íntimamente relacionados con su historia familiar.
Aunque la sociedad gallega tenga frente a los hijos naturales una actitud más abierta y comprensiva que otras sociedades, el hecho de ser «hija de cura» debió de inclinar la balanza negativamente del lado de las reticencias. No parece extraño que en una niña sensible e inteligente la falta de padre y su condición de fruto de amores prohibidos influyeran en su carácter y en su concepción de la vida.
¿Qué clase de instrucción recibió Rosalía? Parece que fue escasa. No sabemos si cursó estudios, aunque los biógrafos se inclinan a pensar que no, excepto algo de Dibujo y Música en las aulas de la Sociedad Económica de Amigos del País. Un índice de su escasa escolaridad son las abundantes faltas de ortografía de los autógrafos que conservamos de ella.
Un capítulo importantísimo en su vida son sus relaciones con Manuel Murguía con quien contrae matrimonio el 10 de octubre de 1858. Las opiniones de la crítica sobre la vida en común de la pareja son tan contradictorias que pueden sumir al lector en la perplejidad.
Xesús Alonso Montero afirma «siempre he creído que la decisión de casarse con este hombre es un acto propio de quien, abrumado por las circunstancias, se ve en la necesidad de aceptar la menor oportunidad».
Por el contrario, comenta Bouza Brey: «Que fue su marido su más fiel admirador».
Si en su vida íntima fueron felices o desgraciados, si hubo por parte de Murguía infidelidad, ya sólo lo sabrán ellos y algunos que no han querido decirlo. A nosotros nos toca únicamente exponer los hechos que conocemos y darles nuestra propia interpretación.
Un hecho que me parece altamente significativo es la destrucción de las cartas de Rosalía que realizó su esposo, al final de su vida. El propio Murguía nos cuenta este episodio :
«Como ya se acercan los días de la muerte, he empezado por leer y romper las cartas de aquella que tanto amé en este mundo. Fui leyéndolas y renovándose en mi corazón alegrías, tristezas, esperanzas, desengaños, pero tan llenas de uno que en realidad, al hacerlas pedazos, como cosas inútiles y que a nadie importan, sentí renovarse las alegrías y dolores de otros tiempos.
Verdaderamente la vejez es un misterio, una cosa sin nombre, cuando he podido leer aquellas cartas que me hablaban de mis días pasados, sin que ni mi corazón ni mis ojos sangraran. ¿Para qué?, para que me decían. Si hemos de vernos pronto, ya hablaremos en el más alla».
Si es cierto que, gracias a su esposo, Rosalía se lanzó a la vida literaria y eso le hemos de agradecer, también lo es que nos privó, con la destrucción de las cartas, de un elemento importante para conocer su carácter y su obra. ¿Cuántos misterios de su poesía, cuántas alusiones que nos desconciertan por ignorar su verdadero significado, no se hubieran aclarado conociendo sus cartas? Murguía era consciente de la importancia de ellas, aunque insista repetidamente en que sólo interesan a ellos dos:
«Pero si las leí sin que mi alma se anonadase en su pena, no fue sin que el corazón que había escrito las líneas que acababa de leer, se me presentase tal como fue, tal cual nadie es capaz de presumir».
Es, pues, la imagen de Rosalía «tal como fue, tal cual nadie es capaz de presumir» lo que Murguía destruyó para la posteridad. Cabe preguntarse por qué. Quizá porque la imagen de su vida matrimonial no era tan perfecta o ejemplar como él hubiera, a posteriori, deseado.
En las escasas cartas o fragmentos conservados, encontramos reproches unidos a confesiones de cariño, exigencias o disculpas por esas exigencias, que pueden parecer excesivas. Veamos algún ejemplo:
«Mi querido Manolo: No debía escribirte hoy, pues tú me dices que lo haga yo todos los días, escaseas las tuyas cuanto puedes, pues casualmente los dos días peores que he tenido, hasta me aconteció la fatalidad de no recibir carta tuya. Ya me vas acostumbrando, y como todo depende de la costumbre, ya no hace tanto efecto; sin embargo, estos días en que me encuentro enferma, como estoy más susceptible, lo siento más. Te perdono, sin embargo, aunque sé que no tendrías otro motivo para no escribirme que el de algún paseíto con Indalecio, u otra cosa parecida».
Veamos otro fragmento:
«Estando lejos de ti vuelvo a recobrar fácilmente la aspereza de mi carácter que tú templas admirablemente, y eso que, a veces, me haces rabiar, como sucede cuando te da por estar fuera de casa desde que amanece hasta que te vas a la cama, lo mismo que si en tu casa te mortificasen con cilicios».
La impresión que sacamos de los escasos restos conservados es que Rosalía encontró en Murguía uno de los pocos apoyos de que disfrutó en su vida, que le consideraba como «la persona a quien más se quiere en el mundo», que muchas veces no se sentía correspondida en la misma medida, y que, entonces, o rabiaba o hacía «reflexiones harto filosóficas respecto a la realidad de los maridos y la inestabilidad de los sentimientos humanos».
Un punto de la biografía de Rosalía en el que hubo bastante confusión se refiere al número de sus hijos e, incluso, a su sexo. Tras los trabajos de Caamaño Bournacell -ya citado- y de Bouza Brey, la cuestión ha quedado aclarada. Tuvo los hijos siguientes:
  • Alejandra, nacida en mayo de 1859 en Santiago de Compostela, casi a los siete meses exactos del matrimonio de sus padres. Murió en 1937.
  • Aura, nacida en diciembre de 1868 (obsérvese el largo intervalo sin descendencia). Murió en 1942.
  • Gala y Ovidio, gemelos, nacidos en julio de 1871. La primera murió en 1964; Ovidio, en 1900
  • Amara, nacida en julio de 1873. Murió en 1921.
  • Adriano Honorato Alejandro, nacido en marzo de 1875, murió en noviembre de 1876 a consecuencia de una caída.
  • Valentina, nacida muerta en febrero de 1877.
Murió Rosalía el 15 de julio de 1885. Recordemos sus últimos momentos a través del relato de González Besada:
«... recibió con fervor los Santos Sacramentos, recitando en voz baja sus predilectas oraciones. Encargó a sus hijos quemasen los trabajos literarios que, reunidos y ordenados por ella misma, dejaba sin publicar, dispuso se la enterrara en el cementerio de Adina, y pidiendo un ramo de pensamientos, la flor de su predilección, no bien se lo acercó a los labios sufrió un ahogo que fue el comienzo de su agonía. Delirante, y nublada la vista, dijo a su hija Alejandra: 'Abre esa ventana, que quiero ver el mar', y cerrando sus ojos para siempre, expiró»...
Desde Padrón, en donde murió Rosalía, no puede verse el mar. Impresionan esas últimas palabras de una persona para quien el mar fue una perenne tentación de suicidio. Recordemos sus versos:
Del mar azul las transparentes olas
mientras blandas murmuran
sobre la arena, hasta mis pies rodando,
tentadoras me besan y me buscan.

Inquietas lamen de mi planta el borde,
lánzame airosas su nevada espuma,
y pienso que me llaman, que me atraen
hacia sus salas húmedas.

Mas cuando ansiosa quiero
seguirlas por la líquida llanura,
se hunde mi pie en la linfa transparente
y ellas de mí se burlan.

Y huyen abandonándome en la playa
a la terrena, inacabable lucha,
como en las tristes playas de la vida
me abandonó inconstante la fortuna.


Rosalía penetraba, por fin, en ese mar-muerte donde tanto había anhelado reposar.

Marina Mayoral