LUNA LLENA

domingo, 20 de febrero de 2011

LOS CUENTOS QUE NOS CONTARON

En un país tan cercano, que pudiera ser el nuestro,
no se sabe de qué grano, nació la que aquí les muestro,
y su vida no fue en vano, así yo se los demuestro.

Tiene por nombre Matilde, y desprende su mirada
la bondad, que siempre humilde, regaló sin pedir nada,
que aquel que va dando, y mide, “tiene la virtud aguada”.

Sin embargo, esto no quita, para que sea resuelta…
de una tal “Caperucita”, aprendió a darse la vuelta
y decide ella solita sus veredas, aún inciertas.

No escuchando aquellos lobos que le salieron al paso
y que tras los algarrobos, escondían su fracaso,
para –en un salto corcovo- devorar su vida acaso.

Tampoco esperó dormida a ningún príncipe azul
ni quiso ser elegida por vestir sedas y tu
sino más bien ser querida, por sacar su alma a la luz.

No creyó en que las carrozas fueran antes calabazas
descubrió que hasta las rosas, llevan dardos que amenazan
y se volvió cautelosa en beber de alguna taza.

No se olvidó su zapato, ni mordió cualquier manzana;
de pequeña fue feo pato, pero cisne en su mañana,
dejó en sus botas el gato, pero no besó a la rana.

No durmió años y años, ni convirtió paja en oro,
el bien de propios y extraños, abrigó como tesoro
y pensó… “si me hacen daño, más mi fuerza la valoro”.

Porque… nos cuentan los cuentos, de niñas buenas y hermosas
esperando en su aposento, la venida milagrosa
de un joven guapo y apuesto, que la convierte en su esposa.

Y luego… acaba el romance, -cuando empieza la amargura-
no te cuentan el alcance de toda la singladura
ni te explican el balance, ni el amor pasa factura.

Se educa a mirar afuera, sin mirar los corazones,
“los valientes que liberan a las damas en prisiones…
les clavarán su bandera, como a sus posesiones”.

Mejor es mirar adentro, el interior de sus almas…
y que tengan en ese centro, la placidez y la calma,
que no haya desencuentro entre el aire y la hoja de palma.

Hay que andar como tortuga, mirando despacio el bosque…
que la liebre con su fuga, no ve los albaricoques…
y sin tener una arruga, ya le han dado algún estoque.

No nos llamamos Alicia, ni este mundo es maravilla
y con la justa malicia, caminemos de puntilla,
para no hacer las caricias, a quien nos da pesadillas.

Pues siguen habiendo brujas, aunque ya no haya escobas,
y existen las agujas en ruecas de alguna alcoba,
y manos largas que empujan y el equilibrio te roban.

Matilde, con su mesura, vive en paz su vida larga…
hoy gentil, mañana dura, “la prudencia lenta salga”
-que por dulce te trituran y te escupen por amarga-.

                        Por Guadalupe Santana Suárez.